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lunes, 2 de julio de 2007

Notas para un diario de rodaje (7)

Viernes 22 de Junio de 2007.
Noveno día de rodaje en el D.F.

La locación son dos departamentos y una de las explanadas de la Unidad Habitacional Lomas de Plateros. Uno de los departamentos jugará como la casa de Kieri, y el otro como la de Umberto (Juan Carlos Torres), un affaire ocasional del personaje de Ryo (Guillermo Villegas). En las escenas que se rodarán hoy y mañana también intervendrá Javier Oliván, quien seguirá en una de ellas al personaje de Ryo hasta ver como se introduce en el departamento de Umberto.





































Para efectos de reseñar con meticulosidad todo lo que ocurre durante la filmación de las escenas de hoy, resulta sumamente complicado el hecho de que se esté filmando en un espacio tan cerrado, una habitación de aproximadamente cuatro por cuatro metros, espacio en el que debe haber sitio para una cama y un buró, los dos actores, un librero, el espacio mínimo requerido para crear la sensación de que los dos personajes comparten la intimidad del cuarto, y claro está, más o menos quince personas más (el crew), más la cámara y la enorme base que la soporta, dado que aquí también hay un sistema de rieles de aproximadamente cuatro metros, es decir, la longitud del set. Esta situación, que se repetirá mañana en el estrecho espacio del otro departamento situado frente a este, me recuerda un poco a la celebre escena de Una noche en la Opera de los Hermanos Marx, cuando logran introducir en los minimos confines de un camarote de dos por dos metros a una veintena de personajes, charolas, un enorme baúl, un catre y otros elementos de utilería. En este caso, y dada la naturaleza sexual de lo que se filmará, me parece prudente no estar presente. De hecho, las dos o tres ocasiones en las que intenté permanecer dentro del set, entre una toma y la otra, lo único que conseguí fui estorbar, así que más adelante dejaré que sea nuestro script, el invaluable Ulises, ó Ulichi para todos, quien tome la palabra para describir la actividad de los días de llamado en los que el campo de acción se ve reducido tan drásticamente.



Mientras tanto, merece la pena reseñarse que Roberto realizó un viaje relámpago a Los Angeles –partió en un avión a las 8 de la mañana y aterrizó de regresó en el D.F. a las 11 de la noche-, con el fin de comprar película en blanco y negro, y proseguir así el rodaje de hoy por la noche y el de mañana. En este sentido, me impacta hasta que punto la actividad fílmica en nuestro país, sin una industria que la sustente, ha perdido la capacidad de proveer a los cineastas de ciertas herramientas vitales para concretar su trabajo y que son solo asequibles en el extranjero. Además, claro está, el blanco y negro es ya un formato hasta cierto punto en desuso que requiere de pedidos especiales para su adquisición y procesado.

También, el hecho de que el material ya expuesto haya de procesarse en Estados Unidos da cuenta de que decisiones como el filmar en blanco y negro, aparentemente tan sencillas, complejizan el itinerario de una producción y la encarecen. La creencia popular, de hecho, todavía supone que filmar algo en blanco y negro, aparte de estar pasado de moda, resulta más económico, y lo menciono porque días atrás le comenté a un pariente ignorante de estos menesteres que la película estaba parcialmente filmada en blanco y negro, a lo que me contestó: “¡Ahh, pues entonces les va a salir baratísima!” Y solo para el record (y bien podría ser el de guiness), otro pariente, un primo bastante lerdo, siempre afirma con orgullo que él no ve películas en blanco y negro. En este caso, supongo que verá solo la mitad que sí está filmada a color. ¿Y se saldrá de la otra?


Jueves 21 de Junio del 2007.
Octavo día de rodaje en el D.F. Y tercero en el Cine Tacuba.

El crew se ha movido ya, en el transcurso de estos tres días, del pasillo de entrada del cine a su lobby, luego a la sala de proyección, y finalmente se cerrará este segmento de la filmación en la cabina de proyección. Resta una secuencia detrás de la pantalla y otra en los baños del cine, pero esas, como suele hacerse demasiado a menudo en este negocio, serán filmadas en otra locación, ya que en el Tacuba, ni hay espacio alguno detrás de la pantalla, ni el baño permite rodar la escena tal y como la describe el guión. (Y además, dudo que alguien quiera resistir durante cinco minutos seguidos el olor de los mingitorios del baño de caballeros).


Ayer y hoy, filmar en la sala del cine ha constituido para Julían la concreción de algunos planos complicados técnicamente pero también, creo, de gran belleza. Sobre todo aquellos que involucran la proyección de Bramadero en la pantalla, y el movimiento de extras entre la butaquería. Para ellos, podríamos decir que durante estos días ha habido un segundo director, y ese es Julio Quezada, primer asistente de dirección, quien se ha encargado de coordinar a los extras montándoles acciones y movimientos sumamente precisos que deben coincidir casi milimétricamente con el movimiento de la cámara en sus largos recorridos, para alcanzar así a captarlos.

La mayor parte de estos extras son actores en realidad, y algunos de ellos fueron descubiertos ya que audicionaron para el rol de ryo. Eso explica su entrega y, en algunos casos, que estén completamente inmersos en la situación planteada. La cámara registra todo esto, y supongo que eso contribuirá también a crear una atmósfera fuerte en la escena ya terminada. Uno de estos actores de “situación” nos llamó poderosamente la atención, y es Coral Bonelli, antes Fernando García, travestí que en su infancia incursionó activamente en el cine como “Pinolillo”. Roberto, que evidentemente sí ha visto sus películas, conversó durante largo con él, y de hecho, casi sin proponérselo, comenzó a grabar imágenes de él destinadas a formar parte de un documental sobre su historia personal. Coral, por otra parte, respondió a este interés trayendo algunos albumes fotográficos que reseñan su carrera en el cine y más tarde como bailarín del Teatro Blanquita y del show de Sasha Montenegro.


Otro elemento notorio de estos tres días de rodaje fue la presencia de Clarisa Rendón, a la que podríamos definir como la actriz fetiche de Julián y que ha participado, según palabras de él, “en todas mis películas, o casi todas, porque cuando ella no aparece me va muy mal”. En este sentido, su única no aparición corresponde a un corto de Julián no acabado. Clarisa, ganadora de un Ariel por su trabajo en Mil nubes de paz cercan el cielo, amor jamás acabarás de ser amor, tiene aquí el breve rol de la boletera del cine, pero aparece una vez más como dulcera, acomodadora (o algo así) y proyeccionista, con lo que su aparición se transforma más bien en una especie de metáfora sobre el cine mismo, ó el espíritu del cine.

Clarisa, ó Juan Carlos Torres (actor que tendrá llamado mañana viernes), son presencias constantes ya en la filmografía de Julián, y son, por ende, puentes que comunican unas obras con otras. Ello explica su presencia en esta historia, aunque sean muy breves.

La pequeña escena rodada en la cabina de proyección, por ejemplo, corresponde a Clarisa, y aquí están ya, por fin, imágenes de los títulos de la filmografía de Meche Carreño que faltaban por aparecer, La choca (también está completa ya la filmografía setentera del “Indio”), y Azul.
Un detalle curioso, por lo menos para mí, es que Clarisa es la primera actriz que en lo que va de este rodaje pide una toma para sí, una vez que ya se había decidido pasar al siguiente emplazamiento. Después preguntó a Julián que si había hecho la toma solo porque ella la solicitó, y Julián le respondió que sí. Eso pareció satisfacerla mucho, y la coloca, indudablemente, por encima de cualquiera de los otros actores como una presencia privilegiada de su universo. Después de todo, debe ser sumamente satisfactorio ser habitante permanente de la filmografía de un director.


Miércoles 20 de Junio de 2007.
Séptimo día de rodaje en el D.F. Segundo día en el Cine Tacuba.

La preparación para un rodaje que se prolongará toda la noche, como ha ocurrido todos estos días, inicia a partir de las cinco de la tarde con la llegada del equipo técnico que colocará luces y rieles, la gente del catering que nos dará de cenar y comer tentempiés durante toda la velada, el arribo de la gente de maquillaje y vestuario, y claro está, Julián, Roberto, Cantú y todo el equipo creativo de Rabioso Sol, Rabioso cielo. Entre la hora de llamado (es decir, la llegada de todos), y la primera toma, siempre transcurren aproximadamente tres o cuatro horas, lo cual es normal. Hoy, sin embargo, la espera fue mayor, y la primera toma tuvo lugar hasta las 11:10 de la noche.
Seis horas de espera (e insisto, eso es un decir, porque son horas en las que mucha gente trabaja arduamente en su área) para sacar adelante una primera y compleja toma en la que la cámara recorre sobre rieles el lobby del cine captando el movimiento de protagonistas y “parroquianos” antes de ingresar a la sala. Ahora bien, este lobby retratado no es en realidad el que uno encontraría cualquier tarde de estas en el Tacuba, sino el que Julián, como toda la Ciudad de México, ha reinventado en su cine. Así, tenemos un lobby que evoca en cada rincón al cine mexicano, y sobre todo a ese cine mexicano de los 70’s, el que poblaron las presencias de Maritza Olivares, Valentín Trujillo, Leticia Perdigón, Vicente Fernandez, y claro, otra vez Meche Carreño, todos ellos presentes en nombre o efigie en los carteles que nuestro director de arte, Jesús Torres Torres, escogió para “decorar” el set. De Meche, aparecen ahora imágenes o carteles de cintas como La vida cambia, La mujer perfecta (cuyo slogan reza “el grito de una mujer que ya no quiere ser decente”), y Zona Roja, del “Indio”, y del cual comentamos Roberto y yo que es una verdadera gloria de cartel, cuyo diseño está acreditado a Rafael López Castro. En este set, más que Meche, es notoria la presencia del “Indio” Fernández, representado por tres de sus cuatro cintas de los 70, Zona Roja, Erótica y México Norte, y es inevitable pensar cuan coherentes son estas citas fílmicas con los referentes que Julián maneja en sus conversaciones. El “indio”, sin duda, es un director que Julián ama, e incluso el titulo de la cinta erótica que su cine de la ficción exhibe es una referencia al “Indio”, ya que Bramadero era el titulo original de Una cita de amor (1958), y el rancho en donde ocurre gran parte de la acción en esa cita se llama así. Más aún, en un momento dado Julián da a uno de sus actores una indicación de movimiento y le dice que inicie su caminata así, “como en película del “Indio”.

En todo caso, son todos estos carteles referencias a un cine mexicano que Julián y Roberto conocen muy bien; que han visto y han adorado, referentes básicos que dudo que la mayor parte de los cineastas de este país tengan. O si no, me gustaría preguntar cuantos de nuestros jóvenes directores (Iñarritus y otros farsantes) pueden preciarse de conocer a fondo la filmografía de Juan Manuel Torres, Alberto Isaac, Alberto Bojorquez, José Estrada, y el propio “Indio”, todos ellos presentes en el lobby que es nuestro set hoy.

Por otra parte, la filmación de hoy dejó en evidencia el grado de dificultad que para los tres actores principales representan sus personajes y el filmar en plan protagónico un largometraje. Tanto Javier Oliván como Guillermo Villegas parecen transitar sin demasiada dificultad por este proceso de crear a otros seres frente a cámara, o por lo menos, queda claro que han estudiado sus libretos y llegan preparados a rodar. No parece ser el caso de Jorge Becerra, quien a veces da la impresión de que no ha estudiado. Hoy, ya en la madrugada, durante el rodaje de una escena en donde Jorge debía tan solo atravesar el lobby, Julián, luego de algunos ensayos en donde las cosas no marchaban del todo como él lo esperaba, pidió al script, Ulises, que trajera un guión. Acto seguido, solicitó a uno de los extras que le leyera a Jorge, en voz alta, la descripción de su personaje y de la escena que se procedería a filmar. Como jalón de orejas fue quizás un tanto extremo dada la presencia de tantos de nosotros en el set, pero también ejemplifica el proceso creativo de un director, cualquiera que este sea, que busca obtener lo mejor de cada uno de los elementos que conforman su obra. En este caso, Julián, luego de algunos ensayos en donde no obtenía lo que esperaba de Jorge, dejó ver su frustración e impaciencia. De hecho, en referencia a como Julián se comporta durante su rodaje, me sorprende, y ha sorprendido ya en varias ocasiones, verlo frente al monitor, durante los ensayos y las tomas, colocando sus manos sobre la pantalla y moviéndolas sobre la imagen como si pudiera controlar así el movimiento de la cámara. De alguna manera, es como si quisiera dibujar sobre la imagen que va cobrando forma bajo su mirada; hacer individual en esos instantes un proceso creativo que depende de muchas, muchísimas personas, pero que también, irónicamente, es solo suyo.

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