Por: Ulises Pérez Mancilla
Las coincidencias existen y son una forma de ir allanando nuestro destino. A veces ni siquiera es necesario elegirlas. Se imponen a voluntad de nuestras pasiones, de nuestros más recónditos intereses, de nuestros días de suerte y estados de ánimo. Dos días antes de que Memo Villegas acudiera al casting del cual resultó elegido, había hablado por teléfono a la oficina. No había nadie más que yo y me comentó su deseo por ser entrevistado. Le tomé sus datos y le dije que seguro alguien se comunicaba con él más tarde. Le hablaron hasta el día siguiente y se cortó la llamada. No supimos más de él hasta el día en que se realizó un “casting express” al que acudimos Roberto Fiesco (productor), Ernesto Martínez (primer asistente) y yo (script). Desde que lo vimos supimos que era a él (habemus Ryo, le escribí a Julián en un mensaje). Al día siguiente, su nombre se me hizo familiar, corrí al pizarrón de los post it y me topé con mi recado de días antes: “Llamó Guillermo Villegas, muchacho de última hora que quiere ser Ryo. Háblenle”. Algo parecido le ocurrió a Santiago, un amigo de Memo que acudió al llamado del Cine Tacuba como extra. Por continuidad, su participación se extendió a un plano en el interior de los baños de la Arena Coliseo donde su desempeño fue tan bueno, que Julián decidió que él debía interpretar a Jonás, luego de que el personaje pasó por manos de al menos tres candidatos (entre ellos, Miguel Ángel Hoppe, antiguo protagonista de Julián que no pudo realizarlo porque coincidía con el estreno de una obra de teatro). Siguiendo con los actores, recuerdo muy bien cuando, hace tres años, Javier Oliván acudió al casting de El cielo dividido y dejó claro que en aquel entonces su prioridad era la escuela (el Centro Universitario de Teatro). Aquella vez aspiraba a tener el papel de Sergio, homólogo de Tari, su personaje en esta película actualmente.
Conocí a Verónica (la creadora e impulsora de este blog) casi por casualidad una tarde de festival en el FICCO. Estaba comiendo en la fría zona de alimentos del centro comercial Antara junto con Joaquín luego de devorar al menos 3 películas ese día. En la vida, la vi sólo esa vez y me bastó para registrarla en mi mente como una chica peculiar: una mujer de gran tamaño (proporcional a su carisma y energía) que ⎯cosa curiosa entre los cinéfilos que de vez en vez se las dan de muy cultos⎯ era una fanática de los deportes a quien no le importaba desentonar y portar una vil playera de la Selección Mexicana y no un estampado super exclusivo traído del último festival de Cannes. Así era ella.
Aquel entonces, no hubiera imaginado escribir estas líneas ni mucho menos que colaboraría en la construcción de este blog con Joaquín Rodríguez, especialmente porque mi principal referencia de él eran mis lecturas de adolescente en las revistas Cinemanía y posteriormente Cine Premiere y 24 por segundo. Tiempos remotos en los que su pasión por redactar sobre cine, contribuía a acrecentar mi ansia de “algún día” poder estar en la filmación de una película. Tener a Joaquín Rodríguez como compañero de rodaje fue un placer. De ser un extraño metiche que encontraba los lugares menos apropiados para guarecerse en los primeros días de filmación, pasó a ser un personaje entrañable por el cuál todos preguntaban si se ausentaba un día (¡Cómo! ¡No vino la bitácora!, reclamaba Alex Cantú si por alguna razón no estaba). A veces bitácora, a veces actor o a veces, simplemente amigo solidario: Joaquín se fue involucrando en la dinámica del rodaje y fue acogido como uno más de la familia.
Hace unos días, en el In memoriam dedicado a Verónica tras su muerte, Joaquín decía algo muy cierto: nada nos garantiza a todos los involucrados en el filme a llegar con vida para verlo concluido. Y efectivamente: una semana después, falleció inesperadamente Sergio Almazán, uno de los protagonistas del cortometraje Bramadero. Y así nos vamos, entre coincidencia y coincidencia.
Con mucho cariño y en agradecimiento a esa loable labor de darle vida y trascendencia al cine a través de palabras, dedico mi segunda contribución del blog a Verónica y a Joaquín. Y en nombre de todo el crew, nos unimos al duelo por la pérdida de Sergio.
NUEVE
Hay áreas que mientras se filma, pasan injustamente desapercibidas y que sólo se hacen notar si hay un error, por mínimo que parezca, no obstante que trabajan incluso en horas de descanso con tal de que el llamado del día salga sin contratiempos: producción, locaciones, arte.
Este día por ejemplo, Julieta, Carolina, Álvaro, Armando, Elena, Jesús e incluso todavía Lulú (días antes de que renunciara a la película por diferencias irreconciliables con el diseñador de producción) decoraban dos departamentos simultáneamente desde muy temprano.
Hoy y mañana se filman un tipo de secuencias que obsesionan al director desde el inicio de su carrera y que corresponde al entrecruzamiento de personajes que en un mismo espacio físico y temporal se persiguen y añoran sin saberlo siquiera.
Estamos en la Unidad Habitacional Plateros y somos la novedad del vecindario que se pregunta intrigado: ¿de qué trata la peli? (“si supieran”, pensamos nosotros). La escena de esta noche es el encuentro del personaje de Ryo con Umberto: un hombre arriba de los 30 interpretado por Juan Carlos Torres.
Un actor que saca sus tomas con imponente sonrisa trémula y mirada conmovedora de por medio. Julián es ampliamente complacido y hace patente lo mucho que se agradece trabajar con actores como él (es decir, con actores). Juan Carlos es su segundo actor “maduro” invitado (tomando en cuenta que para el director alguien de 25 años es demasiado viejo para sus historias) y uno se pregunta: Con el placer de ver esos niveles de actuación, ¿para cuándo se animará Julián a escribir algo para sus primerísimos actores?
Hoy y mañana, Iván Hernández (asistente de foto de El cielo dividido) toma el lugar de Jero-Rod (primer asistente de foto titular de esta película). Ambos, dos jóvenes de la futura generación de fotógrafos egresados del CUEC. Jóvenes repletos de sumo talento, simpatía (raro en un asistente de foto), pasión y disciplina por su arte/oficio.
DIEZ
Volvemos a la Unidad Plateros bajo una lluvia intensa. El plan de trabajo cambia radicalmente y empezamos con el interior de la casa de Kieri. Esto no sería la gran noticia de no ser porque la escena corresponde al momento en que éste se masturba mientras ve una película porno.
Para cuando Jorge Becerra (Kieri) llegó al set, su rostro delataba su evidente nerviosismo y angustia. Un plano fijo sin aparente complicación se volvió una pesadilla para el actor (y desde luego para Julián que quedó muy frustrado con el resultado) luego de que, varios intentos después y debido a que nunca hubo el mínimo indicio de excitación en Jorge, el director optó por voltearlo frente a la cámara y desarrollar dicha masturbación en off. De entrada, Julián le proporcionó privacidad absoluta al actor. Sólo el equipo más indispensable permaneció en el cuarto. La acción de él consistía en poner una película porno en la tele y masturbarse mientras recibía una llamada telefónica lasciva (al teléfono, Álvarito le recitaría un desplegado de morbosidades para ayudarlo a entrar en papel).
Las tomas que se hicieron no estaban mal pero fueron insatisfactorias. Para aumentar la tensión, a la mitad de una de las tomas, sin aviso salió de su recámara el dueño de la casa que estaba prestando el departamento. Un viejecillo que no se explicaba que estaba pasando en su casa. Quienes lo vimos de inmediato pensamos que nos expulsaría sin remedio, pero para nuestra fortuna había un muro que le impedía ver; así que cualquier cosa que se haya imaginado, fue producto de lo que su mente hizo con los quejidos de excitación simulada de Becerra.
Pese a la lluvia, el staff (heroico como de costumbre) iluminó la explanada exterior y montó un dolly circular de manera que cuando paró de llover, todo estaba listo para continuar la filmación sin contratiempos.
La adrenalina que inspiraban los dollys circulares en los que se veía prácticamente todo era tal. que el crew se involucraba con la alegría inusitada de un niño cada que esto ocurría. El sólo hecho de correr detrás del dolly dando vueltas y vueltas o tirarse en el piso para no verse valían la emoción.
El resto de la noche, consumido por el enojo de la primera toma, Julián desahogó su malestar con su peculiar sentido del humor que, dicho sea de paso, lo vuelve extremadamente simpático y adorable siempre y cuando la ironía no vaya dirigida a uno mismo.
ONCE
Hoy inauguramos los llamados diurnos y esta mañana, la Zacarías realizaría su desnudo anual (según ella, hace uno de cajón por año), demostrándonos con maña y perspicacia que algo ha aprendido de este oficio, buscando su luz y sensibilizándose con sus movimientos frente a la cámara. Hoy, recibimos la visita de César Huerta de El Universal y Don Daniel Alonso, el productor ejecutivo que estuvo ausente un par de semanas por una operación de último momento, reanuda actividades.
El derruido y hacinado cuarto de una joven estudiante fue convertido en una habitación luminosa e íntimamente detallada.
La importancia de la habitación de Ryo parecía haber quedado más que clara a “maestri” (Jesús Torres Torres) y ello se vio reflejado en su tercer interior diseñado para esta película; apoyado por la extrema paciencia de Julieta Torres, la minuciosidad de Caro Jiménez y el activo y siempre atento dúo de Armando y Álvaro, que con los días se convertiría en la pareja chistosa del crew (algo así como el show ambulante de Bugs Bunny y el Pato Lucas).
Por la tarde, se filma la tan esperada escena de sexo entre Giovanna y Memo, que se percibe altamente nervioso.
Un par de ensayos después en los que la Zacarías cuidaba perfectamente que las manos de Memo no la taparan, Julián pregunta si les molesta la presencia de los miembros del crew. Giovanna responde que no, que la desnudez es algo natural y que no le incomoda en lo absoluto la presencia de otros. Memo, ingenuamente le toma la palabra y le dice que preferiría que salieran del set las chicas del crew (Laura, Arely, Caro, Daniela).
Julián le concede la petición pero le hace patente su indignación pues le parece terrible tener que pedirle a su gente que salga (aunque en ese momento le dijo que era algo que nunca había hecho, esto mismo había ocurrido ya en su anterior película con Fernando Arroyo). El par de secuencias salen al gusto del director, pero Giovanna queda confundida porque no salieron a la primera; y Memo se siente aplastado por los comentarios de Julián que lo llevan a creer que fue un error haberle pedido que las chicas se fueran, al grado de ir a refugiarse al salón de maquillaje a llorar preguntándose si hizo algo mal. Lo que ni uno ni otro sabía, es que el director se las arregló para obtener lo que quería de ellos incluso sin que se dieran cuentan.
DOCE
Desde ayer, el camper de maquillaje y baños tuvo wrapper up oficial. De aquí en adelante, visitaremos algunos de los sanitarios más bizarros y excéntricos de la ciudad. Ya sea por su escasa higiene, improvisada estructura o senda decoración. Los de la Casa del Estudiante son comunitarios y de poco aseo, al grado que al acudir a ellos, uno podía saludar al de la cabina de al lado mientras estaba de pie o toparse con algún estudiante de la casa bañándose en las regaderas sin el más mínimo pudor. Lo escatológico era tema de todos los días entre el equipo de dirección y foto.
Cuando Julián vio a Jero simular un accidente intestinal dio por hecho que los chistes de pedos de Julio Quezada habían llegado para quedarse. Para Julio, es un regocijo saber que sus ocurrencias y apodos se difunden y se afianzan para la posteridad. Cuando Daniela se dirige a Luis Argüelles (boom) como “el osito”; o el propio Julián le llama a Angelo Macedo (asistente de locaciones) “cabeza de Juárez”, es porque Julio le ha dado al tino.
Sin duda, es el humor el que aliviana la carga de responsabilidad que pesa sobre los hombros de Julio y Cantú en tiempos de llamado. De hecho hoy, la tensión por las secuencias sexuales disminuye y (tal como lo buscó el director) Memo se presenta mucho más relajado y con todas las ganas de demostrarle que puede con este tipo de secuencias y más. De manera que su encuentro sexual con Jorge Becerra sale a la primera y es Julián es harto complacido.
Narváez (sonidista de Julián de antaño) incluso se da el lujo de hacerlos repetir la escena para grabar un wild que posterga durante más minutos de lo que duró la toma para protegerse. Afuera, todos ponen cara de “ya les gustó o que” mientras que en el cuarto tanto Memo como Jorge continúan contoneándose y quejándose agotados y al borde de las risas en espera del corte. Lo dicho, este es un día más fluido. Aun en los pequeños efectos especiales (lluvia que corre por la ventana, agua de lavabo que se consume) Sergio Jara sigue sin la confianza absoluta del director.
Para mañana está planeado filmar el final de la película y para ello vuelve la tensión entre los departamentos de dirección y foto con arte y producción, pues existe la posibilidad de cambiar redecorar otro cuarto en planta baja o de ver la forma en que la grúa entre por la ventana de la planta alta. Reconstrucción del set o gastos extras para la producción, el argumento que les da Cantú es que en el cine nunca se dice que no (o como quien dice, no existen los imposibles).
TRECE
Hoy ocupamos una grúa montada sobre una decena de paralelos (un lujo para un filme de Julián) y el hecho amerita filmar ni más ni menos que la secuencia final de la película. Un final que, por alguna razón decidió cambiar de última hora: de un final feliz y esperanzador, a un final esperanzador engañoso (más bien desolador, muy al estilo de El cielo dividido).
De hecho, la similitud del plano y la correspondencia de personajes son muy parecidos. Julián llegó diciendo que Tari (alter ego del director en esta película) no podía ser feliz porque era de esos tipos que se sacrifican por la felicidad de los otros.
Lo que si tuvo un final feliz fue la entrada de la grúa que puso al gerente de producción a conseguir paralelos extra y al director de arte a reconstruir el ventanal la noche previa. La grúa también sirvió para simular la entrada de Tari volando al cuarto para otra secuencia.
El resto del día filmamos los momentos en que Tari (rabioso y desolado) no alcanza a comprender la dicha de los otros y en un arrebato de celos y envidia se roba a Ryo para transportarlo a un tiempo mítico.
Esto implicaría un homenaje a Hiroshima mi amor (Marguerite Duras es otra referencia obligada de Julián en la historia de su vida) y para ello, el equipo de arte tuvo que cernir barro seco sobre los cuerpos desnudos de Jorge y Memo que permanecieron estáticos por varias horas tras consumar el deseo de sus personajes.
Nos vamos de esta locación sin haber filmado el musical de Memo Villegas. Y por tercer día consecutivo, luego de despedirnos de casi todo el crew de abrazo (una costumbre muy propia de los rodajes de Mil nubes o liderados por Fiesco) Jero, Janek, Daniela, Mario, Arely, el osito y yo nos encaminamos al metro Lagunilla cruzando un camellón por donde los comerciantes ya estaban recogiendo sus puestos. En camaradería, hablamos de expectativas y futuros proyectos.
CATORCE
Día mágico: satisfactorio.
Seguimos dentro del barrio Lagunilla-Tepito-Morelos y venimos al gimnasio Gloria (del luchador Black Shadow) por una secuencia en la que Tari tiene una pelea de box durante un entrenamiento.
Los extras eran gente que pertenece al gimnasio: futuros boxeadores, niñas que le dan a la pera cual Hillary Swank en million dólar baby y viejos entrenadores que crearon un halo de honestidad en el ambiente que a su vez, respaldó las actuaciones de Javier Oliván y Baltimore Beltrán, quienes pasaron meses entrenando para este plano secuencia de aproximadamente tres minutos.
Este fue otro dolly de esos que entusiasmaban a Iván (dollysta de lujo) y que ponían a todos a correr detrás de la cámara o pecho tierra. Julio goza atravesarse en medio de los extras montándoles múltiples acciones en plena toma. Se ve prácticamente todo el gimnasio y mientras el crew se las ingenia para desaparecer los ensayos corren a buen ritmo.
Solidario, Black Shadow y su alumno más aventajado se ofrecen a coordinar la pelea para que se vea lo más realista posible. “En el box real”, dice Black Sadow previo a una indicación y Julián suspira y sonríe congratulado: “Al menos por esa parte ya no me preocupo”, piensa y se concentra en el emplazamiento. Oliván luce imponente, gallardo y las secuencias de fotos para él no se hacen esperar.
“Si quisiera podría hacerla en el box”, dicen los que saben elevándole el ego. La secuencia queda a la primera pero se repite al menos cinco veces por el placer de hacerlo.
Filmar por el meritito gozo de saber que lo planeado se ve extraordinariamente bien. Luz, dolly, actuación, extras, escenario, maquillaje, vestuario, logística. Cada toma merecía un aplauso y un alentador: “estuvo bien, pero podemos lograr una mejor. De esos días en que se entiende que el cine es un arte colectivo.
Al final, la gente del gimnasio se tomó una foto de recuerdo con miembros del crew y actores, incluido Salvador Álvarez, otro de los actores fetiche de Julián que interpretó al manager de Baltimore.
Este día comimos bajo la lluvia a punto de la inundación. Y para mantenernos secos, los chicos de alimentación corrieron por las paredes de su carpa sin importar que quedarían plenamente empapados.
Para desgracia de Jorge Becerra (que en una parte importante de la película goza de grandes momentos como héroe de acción mítico) el día no había terminado y tras esperar un par de horas a que la lluvia cesara, nos trasladamos a un frontón para filmar la secuencia deportiva correspondiente a su personaje. El piso era resbaloso, el actor no era un jugador experto y al ver que las pelotas volaban sin coordinación y por doquier, Julián replanteó sus emplazamientos con furia contenida. Un silencio embarazoso del crew que veía desde las gradas se desparramó sin aviso.
QUINCE
Subimos hasta lo más alto de Lomas de Becerra. Estamos del lado de la ciudad donde los edificios de Santa Fe parecen inalcanzables. Al borde del barranco, donde la gente hace todavía camino al andar, el edificio de “los pantalones” resulta irrisorio.
Hoy es el último día en que Sergio Jara hará llover a disgusto del director. Venimos para filmar el punto máximo de la (auto) degradación de Tari, desde mi punto de vista el más complejo de todos los personajes de esta historia.
Hoy el café sigue sin estar a la altura de un crew que se caracteriza por su adicción a la cafeína, no así las donas que comienzan a causar estragos en las panzas de muchos de nosotros (uno de los tantos y tan famosos efectos que causa la comida del negro en los rodajes). Aparentemente hoy es un día tranquilo, acompañado de hot dogs y coca cola pa’rematar. En un descanso, la filmación parece picnic no obstante que hace unos minutos Javier Oliván se desgarraba emocionalmente bajo la lluvia.
En un descanso, a Mario Guerrero se le ocurrió comentar que Jackie Brown era una película trascendente y muy bien realizada teniendo como parámetro las anteriores realizaciones de Tarantino. El comentario desató la polémica de ¿qué es una película bien o mal filmada? Y mientras los expertos se debatían o desentendían de sus juicios, los demás comíamos más y más hot dogs. Tohui (personaje único e imprescindible asistente de producción pese a ser un rejego de primera) resguardaba a Oliván del sol. Fiesco tenía una de sus esporádicas pero bienvenidas apariciones como making off y Elvia ponía su característico esmero en la aplicación de sangre dilatada en el rostro de Oliván con el auxilio de la niña Arely y Maribel, la chica de peinados que venía por parte del Sindicato.
Al mediodía y con tiempo ganado, nos trasladamos a la siguiente locación para realizar una toma de Tatei subiendo por otra parte de la barranca con la ciudad a todo lo que da como paisaje de fondo. Es temprano y logramos escabullirnos de la lluvia, comer a gusto y regresar temprano a casa.