Esta es la secuencia original de Rabioso Sol Rabioso Cielo, donde RYO también tenía su canción. Corresponde al primer corte de la película perdido por un accidente en el estudio de TRES MONOS y reconstruido aquí por obra, gracia y para placer de su director que siempre la imagino como el trailer de la película. "Demasiado cursi" dijeron todos al verla.
Una vez más la voz de José José, la inspiración de Sergio Esquivel y la fotografía de Alejandro Cantú.
jueves, 26 de noviembre de 2009
El trailer original de Rabioso Sol Rabioso Cielo
martes, 20 de octubre de 2009
ARIDO Y RABIOSO PARTE
Mucho, mucho tiempo después (o mucho, mucho tiempo antes) la banda milnubera se reunió en distintas ocasiones para filmar la segunda parte de Rabioso sol, rabioso cielo: una épica ancestral filmada a colores que sirve como epílogo para reinterpretar la metáfora de de una diosa (Tatei) que, en su afán por devolver la alegría a un mundo desesperanzado, encomienda a un joven (Ryo) la tarea de hacer palpitar los corazones de otros (Tari, Kieri) y prodigar el amor en la tierra.
Al mejor estilo de Apitchapong Weerasethakul (cineasta altamente valorado por Julián) la película da un giro estrepitoso por ahí de las dos horas de duración (de un total de 3 horas y veinte que no estarán en la versión comercial, pero sí en el DVD). Lo que viene a continuación del capítulo urbano (filmado en blanco y negro), es una odisea mágica atemporal. Una especie de realidad alterna que devolverá a los personajes a un estado de existencia pura, en convivencia plena con la naturaleza y sus sentimientos sin remedos. Realidad alterna para los personajes y realidad alterna para nosotros que experimentamos la gloria de filmar en un contexto ajeno a nuestra cotidianeidad. A veces adverso, a veces intensamente apetecible, espiritual, gozoso, repetitivo. Ésta vez, fue el paisaje quien dictó las reglas de la marabunta fílmica que, dicen (no se lo digan a nadie) suele dejar un sinnúmero de destrozos a su paso.
Sí, el cine también destruye. No éramos el ejército de Spielberg, ni de Lucas, ni de Jackson; por eso al dar el claquetazo inicial Julio Quezada, el primer asistente de dirección se encomendó a Servando González y no a los majors hollywodenses. Por eso, le será irresistible a los críticos encontrar referencias hacia Las mil y una noches de Pasolini cuando la verdadera fuente de inspiración es Nazareno Cruz y el lobo de Leonardo Favio.
Por eso, eternamente limitados de recursos (menos del millón de dólares promedio que ocupa una película mexicana), volvimos una y otra vez a la Ciudad de Querétaro al municipio de Cadereyta a filmar. Por eso, cuando ya no se pudo ir ahí, hubo que buscar cuevas y paisajes agrestes hasta en el corazón de la delegación Iztapalapa. Por eso creemos y confirmamos reiteradamente la vieja y favorita frase de Julián: “el cine es un acto de fe”.
ARRIBO El autobús que llevó al crew a Querétaro partió de Churubusco y se descompuso en el distribuidor vial de San Antonio. Luego vino otro y se descompuso cerca de San Juan del Río. Finalmente, llegamos a nuestro destino entre señoras con bultos de mandado y costales cual Cantinflas o la India María en los viejos guajoloteros que arribaban a los despoblados de sus películas. Cadereyta es un lugar hermoso empero solitario: mágico. Rápidamente nos familiarizamos con sus empedrados y sus locales de Internet para dar continuidad a nuestros vicios citadinos. La cena se servía en el hotel y daba para comentar los pormenores del día luego de un buen baño o un zapping a los canales de cable. Vivir en un hotel siempre te da un aire de sosiego, un cambio de aires que para nada fue la excepción en este rodaje…
EN EL CAÑÓN El primer día de filmación había alta expectativa. El crew despertaba con el ánimo de un grupo explorador: Fiesco, el productor que de vez en vez hacía el making off, bajaba por el precipicio desenfundando su recién estrenada cámara P2 (que en la ciudad terminó como videoassist de lujo y actualmente registra las imágenes de su documental Quebranto).
Sonrientes todos, el primer día era jubiloso y no distó mucho del ánimo que embargó a todos en la semana que duró nuestro viaje (el primero de dos). Ese día, Julián no estaba seguro si el vestuario de Kieri era el adecuado y por la mañana me confesaba que a diferencia de la ciudad (territorio ampliamente conocido por él), se sentía extraño en el monte en medio de la nada (por así decirlo) tratando de contar una historia a su manera (planos secuencia con paso de tiempo siguiendo a un hombre de cuerpo escultural embarrado de barro y escalando cerros y más cerros, no era para menos).
Conforme llegaba el mediodía, el crew se iba mimetizando con la naturaleza: Joaquín Rodríguez (en esta parte de la historia, ávido cronista) y Laura García de la Mora (vestuarista) guareciéndose del calor en una grieta, Jorge Becerra aprendiendo a caminar descalzo…
Hoy filmamos en el imponente Cañón Corral de Piedra y mientras el dueño del Ejido (de una belleza natural impresionante) discutía airadamente con el gerente de producción (Daniel Alonso) por invadir su propiedad (a punto de sacar pistola), Julián filmaba el primer contacto de Guillermo Villegas con una cámara a toda prisa. Memo se presentaba al set desnudo, recién peleado con Elvia Romero (ganadora de dos Arieles por El callejón de los milagros y Las vueltas del citrillo) por su impaciencia en el proceso de maquillaje. El joven debutante había osado, según versión de la maestra Elvia, en cuestionar su trabajo.
CON SÓLO BARRO LO FORMÉ…Todas las mañanas, desde las 5 a.m., la señora Elvia, Arely Palma (en su debut como asistente de maquillaje) y yo iniciábamos la preparación del maquillaje de Jorge Becerra. El proceso duraba dos horas y media en las que él debía permanecer desnudo (con un frío del carajo). Me tocaba cargar las cubetas de agua para que Arely preparara el barro hasta encontrar la consistencia, Elvia lo maquillaba (el barro) y posteriormente se lo embarraba al actor por el cuerpo (según las partes que la continuidad dictara). Mi apoyo finalizaba endureciéndole el barro mientras le tiraba aire caliente con dos secadoras por 20 minutos.El proceso lo repetimos más de ocho días en que la convivencia nos llevaba a perder el pudor, a bromear, a emocionarnos con el trabajo hecho, a perfeccionarlo. Como siempre, Elvia estaba al tanto del más mínimo detalle, pero como pocas veces, tenía un ánimo conciliador, alegre, la sensación de estar entre amigos, de asumir sin molestias la sencillez (que no precariedad) del rodaje. Una mañana Elvia encendió su grabadora y apareció la voz de Enrique Guzmán cantando: “con sólo barro lo formé” y de inmediato la adoptó como suya. Estaba aportando su granito de arena a la creación de Kieri, estaba a leguas orgullosa.
El segundo día de filmación se caracterizó por la montura de rieles en los lugares más agrestes, por una caída estrepitosa de Alex Cantú en pleno dolly circular y por el descubrimiento del Sharpie como una efectiva herramienta de trabajo.
VALLE SAGRADO
Correspondiente a una secuencia onírica dentro de lo onírico. Este día no hubo necesidad de maquillar a Jorge Becerra pues andaría desnudo por las Ruinas de Toluquilla.
Arely, confiada de que este día no maquillaría, durmió un poco más al grado de ignorar su despertador. Paola, la contadora, que era su roommate, despertó sobresaltada con los toquidos de Elvia:
-¡Arely, te va a dejar el camión, Arely abre!
En ese momento, Paola despertó a Arely que de un salto se levantó y se metió al baño. El camión estaba a punto de salir y casi por elipsis, de pronto apareció Arely con la cara sonriente y la toalla enredada en el cabello mojado.
Del catálogo de artilugios cinematográficos de los que Julián se había privado en tiempos Pasados y tendría la oportunidad de usar, hoy era el debut de la Steady cam. Malaya la hora en que fue pedida, después de horas de esperar y ensayar, los encargados confesaron la verdadera razón de porque no podíamos tirar la primera toma: habían perdido un tornillo básico para su funcionamiento mientras la trasladaban a las ruinas. Cantú se echó la cámara al hombro y con la ayuda de Jero y Janeck salvó el llamado sin sacrificar los shoots que el director había planeado. Este día, hizo su aparición Giovanna Zacarías como El corazón del cielo.
ADVERSIDADES. Capítulo primero Nuestra audacia citadina no bastó para enfrentar al campo. Hubo que adaptarse a ritmo lento y sereno, pero mientras eso ocurría algunos miembros del crew pagaron la cuota de la madre naturaleza. Para llegar a la locación de hoy, atravesamos kilometros a través del cauce de un río, hasta llegar al pie de un cerro inmenso en la comunidad Rancho Quemado. Lo de menos fue llegar ahí. La verdadera acción comenzó cuando hubo que escalar la cima al borde del desgajamiento.
Esa mañana la cámara esperaba al actor. Becerra venía descalzo con sus kilos de barro encima. Tohui (asistente de producción) prestó sus tenis para que pudiera escalar. Detrás de él, Elvia se esforzaba en escalar. Quería escuchar la aprobación de Cantú y Julián acerca de su maquillaje, quería saber qué lente iban a usar: mala idea. A medio camino, una enorme piedra se desprendió de la nada y cayó encima de su mano. Al borde del llanto, Elvia se mantuvo en equilibrio pese al miedo de caer. La “niña Arely”, la joven aprendiz que muy pronto se había ganado la confianza de su maestra, la tuvo que suplir por ese día.
Pero Elvia no fue la única accidentada. Un chico del Catering rodó y rodó por la falda del cerro tras empeñarse en surtirnos aguas y refrescos (auténtico heroísmo anónimo). Desde lo alto, la cámara registraba a Becerra que, inmenso, parecía figura de acción dejándose cubrir por el inmenso, auténtico rabioso sol.
Al volver, otra vez en expedición, auxiliándonos unos a otros y bajando el equipo en cadena humana, el tercer percance del día se debió a una literal metida de pata de Mario Guerrero. PLOP! Cuál exabrupto de Condorito, dos segundos después estaba metido en una grieta con el tobillo lastimado, eso sí, sin soltar su videoassist que en ese entonces no era otro que una televisión con un VHS integrado.
martes, 29 de septiembre de 2009
martes, 14 de julio de 2009
Q&A sobre Rabioso Sol, Rabioso Cielo
Julian Hernández - Director
Roberto Fiesco - Productor
Giovanna Zacarias - Actriz
Guillermo Villegas - Actor
miércoles, 18 de febrero de 2009
Julián Hernández presenta: Rabioso sol, rabioso cielo
lunes, 3 de noviembre de 2008
martes, 8 de enero de 2008
Rabioso sol, rabioso cielo
viernes, 24 de agosto de 2007
HARTO RABIOSO Parte 4 y última
VEINTIDÓS
Como si la ufana transición de poderes no hubiera pasado por Chimalhuacán, los burros se pasean por las calles sin empedrar jalando una carreta de fierros viejos con el logo del PRI despostillado. Hay charcos por todas partes y viejas pintas de solidaridad. Todas nuestras tomas de hoy son sobre un camión en movimiento, con variedad de pasajeros (mucha gente del crew) y Tatei (Giovanna Zacarías) contemplando el injusto reparto de riqueza e injusticias sociales que hay en nuestro país. O la miseria del mundo moderno.
El desfile de cameos del crew lo encabezaron Iván y Pepe (del staff), Álvaro (el extra omnipresente de esta película), Iliana, Fiesco... Pero el mejor de todos fue Ángelo, quien se dejó dirigir por el director y al escuchar que se trataba de un pasajero triste y desolado se esmeró por conseguir el ojo Remi al borde de la lágrima con sendo rostro desencajado.
Desde que empezó el día no se hablaba de otra cosa que del partido entre México y Argentina, empezando por el promotor número uno de la Selección Mexicana (el 2:20). Llegada la hora, el videoassit sirvió de señal para ver fracasar a la Selección Nacional de futbol una vez más. La cara del 2:20 era tristeza pura.
El tradicional servicio de alimentación de don César Castro “El Negro” se la rifó con unas carnitas que venían muy al caso. Esa tarde, también llegó a filmar Jorge Becerra que se sobreponía siempre con una sonrisa a los disgustos de Julián que cada vez ocultaba menos su molestia con él (hoy el “negrito en el arroz” es que percibe al actor con una masa muscular distinta o lo que es lo mismo, ligeramente pasado de peso).
Hoy debuta en un pequeño papel Manuel. Un muchacho michoacano harto fotogénico, de rostro duro, acciones impulsivas y carácter inquietante (al estilo de las actuaciones de Meche Carreño) que estuvo a punto de ser elegido para el personaje principal (Ryo). Julián vierte su atención hacía él dejando en el desamparo a Jorge Becerra que cada vez recibe menos indicaciones de su director.
Al final del día, Daniela Tena (que a partir de mañana deja el rodaje por compromisos adquiridos con anterioridad) fue bautizada con un buen baño de ceviche y otras menjurjes. Danielita, una niña hermosa de espíritu y apariencia es otra de las que se ganó la simpatía de todos aunque al principio algunos apostaban (prejuiciados por su desempeño en un cargo generalmente atribuido a los hombres) que no duraría más de una semana.
VEINTITRÉS
Vamos por una secuencia en la que el personaje de Ryo muestra sus mejores dotes en la natación. Es una escena breve. Homóloga a la de Tari en el box y Kieri en el frontón.
Desde muy temprano, mientras nos trasladamos a la alberca del deportivo donde filmaríamos, Julián iba muy contento escuchando las remembranzas de Memo (su pupilo favorito) tras haber pasado casi todo el fin de semana viendo películas, luego de que en su calidad de director, le comentara que las cualidades histriónicas que debía seguir para su carrera eran las de David Silva.
Intercambiaron opiniones de películas mexicanas en todo el camino (la especialidad de Memo es hablar y hablar sin parar) y el director se veía orgulloso de su muchacho.
En cuanto al crew, venir a hacer esta secuencia (que no implicó ni medio día) era casi un trámite. Cero complicaciones y a lo mucho un elemento de cada departamento.
Originalmente, Ryo tendría que echarse un clavado desde la plataforma pero luego del episodio del frontón y a que Memo había externado su miedo por no ser un profesional de los clavados, la secuencia cambió a simplemente verlo nadar portentosamente.
Sobre su eje de natación había una pequeña plataforma (menos de 1 metro) y Julián le pidió a Memo que entrara a la alberca con un clavado desde ahí. Así iniciaría la secuencia. Sin embargo, esos centímetros de distancia ofuscaron a Memo y el miedo lo bloqueó por completo. Sus clavados eran irrisorios. Pronto los entrenadores del lugar se acercaron para burlarse de él. Su posición era mala, le faltaba confianza y al final entraba al agua con las piernas engarruñadas haciendo patos.
La lógica era aplicar la misma técnica que con sus otros actores cuando lo defraudaban. Y lo hizo, aunque esta vez le costó trabajo y, diría yo, aplicó el método julianesco sólo por congruencia. Memo fue ignorado, por minutos cayó del pedestal y se sintió triste, pero el castigo de la indiferencia lo impulso a seguir intentándolo aunque la toma hubiese sido declarada ya como perdida.
Mientras el equipo subía al trampolín de varios metros para hacer una toma abierta final, Memo siguió intentando el clavado con ayuda de Tohui, Laura y Paco (el chofer de producción) que lo orientaban sin cesar hasta que: ZAZ! El muchacho había logrado clavarse con el ímpetu que Julián quería. Desde arriba, el director lo observaba y el equipo le hacía señas para que se percatara de que el actor ya había podido.
El hecho le dio ternura sin duda, pero Julián optó por pedirle a Julio que por el radio le dijeran al actor que dejara de echarse clavados si no quería despertar su furia.
Memo paró. Y aunque ya había aprendido a echarse clavados, Julián le negó la oportunidad de hacerlo en la siguiente toma. El chico entristeció. Pero el castigo había sido aplicado.
Julián, satisfecho de haberle dado una lección a su manera, “lo perdonó” esa misma tarde.
VEINTICUATRO
El primer recuerdo de estar en el foro del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) es que aquí mismo terminamos el rodaje de El cielo dividido, próxima a estrenarse este 7 de septiembre. Casi tres años después volvemos con otra historia qué contar, como diría José José: “cada mañana, cada mañana”. Para muchos es nuestro debut en el Green Screen y la experiencia resulta sumamente aburrida y desesperante pues para preparar técnicamente el chistecito pasaron por lo menos seis horas.
Cantú, burlándose de sí mismo, exclamó lo abrumado que lo tenía haber iluminado una pantalla verde como si fuera un auto para comercial.
Luego había que coordinar que los cables de los arneses no se vieran, que las partes privadas de los actores no sobresalieran más de lo normal y así por el estilo pasamos casi todo el día, aprovechando el tedio para bromear mientras la cámara registraba las escenas de “vuelo” de Tari y Ryo que serían impuestas sobre las tomas áreas que se realizarían posteriormente en Querétaro.
Mario Guerrero volvió estos últimos tres días para alegría de un crew que para sorpresa de él mismo, se había echado a la bolsa y le profesaba cariño sincero.
Desafortunadamente otros acontecimientos rondaban por su cabeza (y sí, volvió sin haber resuelto uno sólo de sus problemas).
Por la tarde realizamos tomas que se nos quedaron colgando de otros días. Todas de Javier Oliván que corría con esa suerte. Memo por su parte estaba feliz en su terruño (CNA) y curioseaba al ver pasar a aquellos aspirantes que se convertirán en sus compañeritos en su futuro regreso a clases en la ENAT.
VEINTICINCO
Estamos en el viejo edificio de Relaciones Exteriores en Tlatelolco y desde nuestra llegada los rumores de leyendas y fantasmas se dispersan entre bromas que denuncian el ambiente relajado de fin de rodaje. Mientras arte ultima detalles en lo que será la oficina de telecomunicaciones donde trabaja Kieri, iniciamos dos tomas con los rostros de Javier Oliván y Jorge Becerra dentro de una enorme pecera que simulará el punto de vista del lavabo en el que, casi simultáneamente se les revela la imagen de Ryo.
A punto estuvo la producción de tener que llenar la pecera con agua de garrafones pues la de la llave no era totalmente clara pero al final no hubo necesidad. Desde muy temprano fueron dándose cita las visitas. Fiesco, gustoso de las fiestas y las relaciones públicas, organizó una foto de crew y amigos para el final de la noche, así que se dejaron caer desde actores que interpretaron bits hasta el mismísimo Armando Casas, que en su calidad de director del CUEC dotó de invaluable apoyo a esta película.
-¿De dónde vienen?.
Nos preguntábamos sentados sobre manzaneros cuando vimos pasar a un equipo de prensa: fotógrafos y reportera cruzando.
-Son de Cine Premiere. Respondió alguien.
-Vaya –ironizó Julián- ¡por fin!
Al finalizar las secuencias, Cine Premiere fotografió a Julián en el helipuerto del edificio. Lo acompañamos Laura, Roberto y yo. La vista era fascinante. Como tener un mapa vivo de la ciudad en pleno atardecer, con oportunidad de virar hacia todos los puntos cardinales. Una estampa única que por sí misma recompensaba la andanza de deambula en filmación.
De esos regalos que, de no haber estado en la película jamás los hubiésemos registrado (algo similar ocurrió con el interior del Cine Ópera, o la locación de Bramadero).
Para las tomas de la oficina de telecomunicaciones la dispersión era proporcional a la emoción de dar wrapper. Amigos de Julián hacían una aparición especial (Pilar, Edith, Luis Adrián, etc.) y pronto la noche nos consumió. Vinieron los abrazos y las cervezas para brindar enseguida de la foto que resultó entrañable y caótica. Mientras staff y arte desmantelaban a oscuras el set, los brindis siguieron con una despedida que olía a pronto regreso (por algunas secuencias que quedaron pendientes porque el presupuesto nos sobrepaso).
Afuera del edificio Fiesco (que disfruta enormemente el ritual de bautizar a quiénes debutan en el cine) preparaba la bienvenida a los nuevos (aunque una regla de los bautizos en Mil nubes es que si debutas en un nuevo puesto también aplica). Arely, Jorge, Javier, Memo, Sebastián, Héctor, Iliana, Ángelo, Hugo y Daniel (veteranos que debutaban por primera vez como gerente y productor ejecutivo respectivamente) fueron apresados con una cuerda en círculo, tomados por las muñecas.
Alguien que venía saliendo del edificio preguntó por la ausencia de Joaquín Rodríguez (bitácora de rodaje) y todos callaron (y lo callaron) pues minutos antes, entre aspavientos de molestia, Joaquín había dejado claro lo desagradable que le parecía el ritual (un tema que siempre divide opiniones cada fin de rodaje pues algunos piensan que es bonanza cinematográfica, mientras otros, que es una mera salvajada de “mal gusto”).
Los compañeros fueron bañados de quién sabe que mierda en un parque aledaño. A Hugo le cayó completa una cubeta de pintura azul y lució como pitufo durante unos minutos con su característico pantalón caído mostrando media nalga. Arely buscaba embarrada de desperdicios a doña Elvia, que maternalmente le había guardado ropa limpia y gozaba el desmadre desde una banca. Las corretizas siguieron y, como es costumbre en Laura, también terminó bañada de todo.
La ironía de Ángelo (asistente de locaciones) es que recién bautizado, con los desperdicios todavía cayéndole del cuerpo, con escoba en mano tuvo que empezar a limpiar los desmanes. Volvieron los abrazos y con ellos el amanecer. El desconcierto de no tener llamado al día siguiente.
FIESTA DE WRAPP
Estamos de vuelta a la casita (íntima, acogedora, derruida) de Holbein (bunker de Mil nubes) para dar cierre oficial a la filmación de esta película que todavía tiene mucho trecho por recorrer. La cita era a las 9 pero cómo suele ocurrir en estas fiestas, la banda se deja caer ya entrada la noche conforme la búsqueda de chelas marca la dirección correcta, sin importar ya el motivo de la fiesta o quién chingaos dirigió la película.
Mientras Iliana y Laura se lanzan a la Comer por unos destapadores (siempre precavidas, siempre consideradas) Julián, Roberto, Joaquín, Jesús y yo bebemos alrededor de una hielera retacada de cervezas por ahí de las 10 de la noche. Brindamos de manera sobria (nada qué ver con lo que está por venir) y en eso hace su aparición Chava Álvarez que con su peculiar humor se pregunta si acaso es una “fiesta minimalista, homenaje a Antonioni o qué carajos”.
Pronto, los invitados comienzan a llegar: Y para ser certeros, las fiesta de Wrapper se asemejan mucho a esos capítulos de Navidad en los que los personajes de dos series distintas se juntan por primera vez y uno como espectador tiene el placer de ver brindar a los Picapiedra con los supersónicos. O de ver a Miss Peggy entonar villancicos con el pájaro Abelardo por decir algo.
La fiesta estuvo abarrotada. Estaban todos (y hasta los que ni al caso). La música pasó por manos de los DJ’s megalómanos de closet Julio y Julieta (entrañables amigos desde que se conocieron en El último profeta) y ya casi al final: Crispín Zaragoza (la única e inigualable Chispa) puso el toque pop comercial que puso a cantar al más culto “shabadabada, shabadabada” y a suplicar con garganta de borracho “sólo quédate en silencio 5 minutos”.
Una gran parte del crew se refugió en la cocina, lugar sede de la música y otros detrás del escritorio del señor productor Roberto Fiesco. Mientras la mayoría cuequera abarrotaba el patio (típico en los wrappers), la diversión corría en forma de cigarrillo rehecho. Rolaron uno, dos, tres, cuatro, cinco... hasta que el distribuidor (Alex Cantú) se sosegó abatido por el ímpetu de los iniciados que no dejaban de pedirle.
Ileana recuerda haberme visto, junto con Memo Ryo, postrado sobre la pared aproximadamente media hora con una tremenda sonrisa y los ojos rojos a reventar. Recuerdo media fiesta y lo que recuerdo de ella (además de una buena jarra en el estricto sentido de la palabra), son estampas divertidas de la vergüenza anulada por el alcohol:
Alex Zuno besando de la nada a un amigo que Fiesco conoció el año pasado en España justo en el momento en que todoelmundo iba pasando por ahí, el director de Todos los días son tuyos correteando efusivamente a veces a Laura, a veces a Sandra (la script de la ópera prima del CCC), Mario Guerrero discutiendo un malentendido con Pepe Valle a propósito de una telenovela cuequera que se asemeja a la verdad detrás de El búfalo de la noche, Julio Quezada en gallarda plática con la señorita Palma y Donceles, Julián prendiendo la luz de los cuartos de la planta alta dejando desprotegidas a las parejas que buscaban privacidad, Maestri otorgándole su opinión sincera a Pierre (que públicamente reconoce la influencia de Julián sobre su trabajo y su gusto por homenajearlo) acerca de sus controvertidos cortometrajes, Giovanna Zacarías en el plano más alivianado y tranquilo gozando de la reunión hasta el amanecer...
Recuerdo ⎯vagamente antes de vomitarlo todo y volver como si nada a beber gatorade y a administrar las chelas en el plan más mamón y pacheco al grado de negarlas a los desconocidos y obsequiarlas a mis allegados cuál cadenero discriminatorio⎯ un reencuentro-desfile-vaivén de amigos, conocidos, amigos de los amigos, futuras estrellas y demás por la casita de Holbein, cantando y bailando y socializando hasta que terminó el alcohol y los sobrevivientes partieron a desayunar mucho después del amanecer.
Terminó la fiesta y con ella, de alguna manera y por algún tiempo la atención masiva hacia el filme concebido... por lo menos hasta que salga de la intimidad celosa de la sala de edición.
Más allá de los brindis y la desfachatez buena onda, regreso a los resquebrajos emocionales (cuestionamientos, deberes, miedos, añoranzas y demás) que trae consigo el final de un proyecto que sientes que te pertenece, acaso porque ahora pertenece también a tu historia de vida.