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viernes, 10 de agosto de 2007

HARTO RABIOSO Parte 3

Por: Ulises Pérez Mancilla


Cuando se habla de la familia Mil Nubes, ¿en qué pienso?

Pienso en la amistad que surgió entre Ernesto Martínez y Hugo Espinosa después de El cielo dividido. De cómo hay temporadas en las que uno no hace nada sin el otro, de cómo van juntos a todas partes al grado de inventarles que son la pareja gay más sólida y entrañable del ambiente pese a que ambos tienen a sus respectivas novias y juran y perjuran ser sólo gay friendly.





De cómo Hugo inventó el término
“recompensa de sabor” para la práctica de beber una cerveza (o “huevito de toro”) al finalizar los llamados de las óperas primas del CUEC mientras nos dirigimos en su hartas veces golpeado y muy mugroso Chevy blanco a entregar el material del día a Churubusco o simplemente en las tremendas borracheras que hemos tenido juntos (botellas rotas de por medio jeje).





Pienso en el pleito casado entre
Julio y Narváez a la hora de concederle wilds mientras filmamos. De cómo su relación se puede volver tensa cuando trabajan pese a que uno y otro se ha tomado la medida.




Pienso en lo mucho que hemos llegado a conocer a
Armando Narváez (talento de la vieja guardia del CUEC en espera de su gran oportunidad) al grado de conocerle sus más quisquillosos placeres: calzar botas, no ponerse suéter jamás (no importa si está en las faldas de un volcán en pleno invierno), levantarse a las 4 de la mañana diario a lavar ropa, o simplemente tener prohibido enamorarse. Desde luego, entre muchas otras que él mismo ha construido como parte de su leyenda pero que no sobresalen tanto como su camaradería y buen corazón.




Pienso en la actitud solidaria del propio Narva y de
Daniel Burgos que una y otra vez aceptan trabajar en compañías o para gente que les debe eternamente dinero pero que, siguiendo los principios que hemos aprendido haciendo cine en equipo, los hace ser fieles a esas compañías o personas que alguna vez les tendieron la mano.


Pienso en Burgos haciéndola de chinchihuilla en
El Mago y haciendo locaciones para Capadocia después de que un guión suyo (Valiente) fuera filmado como una serie de cortos especialmente hechos para el mundial de futbol el año pasado. Y de la mucha chamba que tiene fuera del equipo.





Pienso en la solidaridad (a veces terca e incomprensible) que nos profesamos los unos a los otros. Pienso en
Laura García de la Mora soportando un trabajo en el que no está a gusto sólo porque Fiesco se lo pidió. Pienso en Fiesco defendiendo a su equipo a capa y espada para ser considerado en tal o cual puesto en proyectos ajenos a Mil nubes (sin importarle las maloras cartas que de repente lo acusan de nepotismo cuando en realidad jamás ha impuesto a alguien que el director en turno no valore por méritos propios).


Pienso en el momento en que
Daniel Alonso decidió que el cine era lo suyo más allá de llevar la contabilidad de una película y se aventuró y se arriesgó a apostarle a este equipo apoyándonos en todo momento, no importa si no hay pago de por medio o se trata de levantar proyectos sin dinero o a bajos costos (llámese El cielo dividido, o los trabajos como directores de Julio Quezada o Jesús Torres Torres) pese a que de todos, él es el único que sí tiene que mantener a una familia de verdad (esposa e hijos).






Pienso en los momentos en que nos hemos ido y hemos vuelto (Julián había jurado que no trabajaría nunca con Elvia Romero cuando abandono El cielo dividido por Mezcal y hoy realiza uno de sus mejores trabajos en Rabioso sol), en las cenas de navidad, en las peleas en las que casi juramos no volver a trabajar juntos, en las largas e interminables horas de ocio y de trabajo postrados en una oficina, en el momento en que Tony Khun le dijo a Hugo que podía pasar todos los errores del mundo en un rodaje menos una mala cara: que la sonrisa era fundamental (principio básico de Fiesco). Pienso en todos los amigos que hemos logrado y que ahora forman parte de nuestro equipo de trabajo y que de vez en vez nos honran con su talento.





Pienso (entre todo lo que se me está quedando fuera) en lo agradable que es filmar al lado de todos ellos (Hugo, Ernesto, Tohui, Daniel, Julio, Narva, Daniel, Laura, Cantú, Jesús, Elvia, Roberto y Julián, los más recurrentes) y de las tantas veces en que es notorio para los demás, que cuando trabajamos juntos, de algo podemos estar seguros:
no habrá gritos ni sombrerazos porque falló el videoassist o faltó tal o cuál cosa (eso sí, sólo una larga larga charla de por medio en la que, al terminar el llamado, arreglaremos nuestras diferencias pensando en nuestra amistad por delante).





DIECISÉIS
Mañana lluviosa. Es nuestro primer mediodía luego de semanas de trabajo y nuestro cuerpo pide “sapo”. Venimos a un mercado cercano al Olivar del Conde sólo a filmar una secuencia donde Kieri (Jorge Becerra) tiene un encuentro con un muchacho. Como si todos supiéramos que nos espera una larga borrachera, las tomas fluyen solitas y sin contratiempos, salvo por la molestia del director con el actor que poco a poco se ha vuelto cotidiana e incómoda.



Poco a poco, Julián se ha vuelto intolerante y violento con Jorge y la táctica de éste para protegerse es ignorarlo olímpicamente. Jorge es un tipo buena onda que se confió al ser el único actor que no hizo casting y comenzó a convivir con la familia Mil nubes meses antes de iniciar el rodaje, Julián simplemente se siente defraudado porque no está obteniendo de él lo que esperaba.


El sapo estuvo presente desde el snack con unas deliciosas carnitas y sesadillas que devoramos todos, menos el director, que en su papel de gringa adolescente suele guarecerse en las barritas de granola y las rebanadas de fruta.


La anécdota del día es del actor Rubén Ángel que llegó directo a preguntarle a Julián, de la manera más desenfadada que:

- ¿cuál es tu función en esta película?
- “ah, nomás dirijo”

le contestó él al ver que el muchacho ignoraba que se trataba del director.

El resto del día fue la celebración de nuestro primer Sapo en el patio de la casa de los padres de Cantú. Pronto, las semanas de cansancio pesaron sobre staff, dirección, foto, arte, sonido y por lo menos uno de cada departamento estaba muy muy ebrio (empero contento) antes de que dieran las cinco de la tarde. La cooperación para las chelas, las botellas alguna vez iniciadas y las mezcolanzas surgieron antes de que el crew entero se mudara al Panchos bar a celebrar mi cumpleaños.

Esta tarde celebré uno de los mejores cumpleaños que he tenido, si acaso el mejor, porque hacía unos meses ni siquiera hubiese esperado llegar a los 27 (más 9 meses de gestación diría Julián). Especialmente, rodeado de tanto cariño y consideraciones (gracias a todos!!!!).



DIECISIETE
Luego de un día de descanso reanudamos la filmación en el emblemático bar gay “El Oasis”, convertido para esta película en el lugar de trabajo de Ryo (interpretado por Memo Villegas a quién Julián cada vez quiere más pues, dice, tiene una sensibilidad y entendimiento nato para el cine).


Además de él, este día tiene llamado Juan Carlos Torres para realizar la secuencia en la que lo liga antes de llevarlo a su casa.


Hoy se despide de nosotros Mario Guerrero que se ausenta para enfrentar una avalancha de problemas y otro tanto de lecciones que la vida le ha preparado para madurar (Mario, las crisis existenciales no cuentan como problema, le dije inútilmente para que se quedara, pero el destino ya estaba escrito).


En su lugar comenzó a jalar el cable del videoassist esa mañana Pierre Saint Martín, amigo y colaborador recurrente de Mil nubes cine.

La toma más extraordinaria del día volvió a ser un dolly con vista a todas partes en el que Julio Quezada robó cámara como un cantinero bigotón que daba ordenes por doquier. Pese a que tenían que irse de avanzada a trabajar futuros sets, Julián pidió a "maestri" que dejara a Julieta por un rato, hasta que hiciera su aparición en la película bailando salsa con un chamaquito de los que hoy acudieron como extras. Otros que aparecieron en la toma fueron don Leo (del staff) y Narva y el osito que a propósito de un MOS hicieron su cameo como pareja gay de machines varoniles, justo como los que frecuentan este lugar en la vida real.


DIECIOCHO
Como por arte de magia, los baños de la Arena Coliseo fueron ambientados por Álvaro y Armando para que se asemejaran a los de un cine porno con frases y pintarrajeados que iban de la solicitud clara (“te cojo”) al albur ingenioso (la mejor de todas: “la verga es cuadrada, el culo la hace redonda”).


Este día, iniciamos con dos tomas exclusivas para Sebastián y Marco, dos actores que nos echaron la mano como extras en el Cine Tacuba, pero que por su presencia, actuación destacada y buena disposición merecieron ser más que “el hombre que cruza 2”.


Hoy la complicación fue por partida doble: escenas de sexo (entre Javier Oliván y Fabián Storniolo) y emplazamientos que merecieron el aplauso del staff que cada vez se interesaba más por los dollys con grado de complicación que más que rechazo despertaban reto.



Tal es el caso de un Dolly montado encima de las cabinas de WC (plano secuencia de más de 3 minutos) que registra una de las dos masturbaciones que se propicia el personaje de Kieri y el momento en que Sérgio penetra a Tari en una de las cabinas.





Mientras staff y foto maniobran la jugada (espacios reducidos, cuerpos amplios, reflejos en el espejo y demás) los muchachos de alimentación y los de seguridad se divierten sobre el ring de lucha libre profesional, al grado que “El Asesino” (amigable monigote del equipo de seguridad) es lesionado. Casi tres horas después la toma queda lista y la satisfacción se respira en el ambiente, cuyo olor a orines rancios ya nos parece normal.



Comenzamos a extrañar a Mario Guerrero y entre broma y broma, Pierre se gana el mote de “niño Montesori” por ser menos disciplinado que su antecesor.





DIECINUEVE
Toca el turno a la casa de Tari, que en la historia vive arriba de un gimnasio de box. Tarea difícil para el equipo de arte que recreó prácticamente todos los cuartos acondicionándolos en un viejo edificio frente al mercado de Tacubaya.



Hoy, a falta de Becerra, Julián se molestó con Javier Oliván. La gota que derramó el vaso y creó tensión entre ellos es que Oliván no supo contestarle de dónde venía su personaje en la historia (señal de que no había leído su guión) pero en realidad, estaba a disgusto con él porque de unos días a la fecha, después de elogiarlo por su desempeño, se había confiado demasiado y no estaba logrando lo que le pedía.



Julián, maestro en el arte de manipular emociones optó por quitarle atención y se concentró en Sebastián, el muchacho que se ganó el papel de Jonás después de su participación en los baños de la Arena Coliseo y debido al desaire (uno de tantos) de Miguel Hoppe para interpretar este papel. Javier hizo de tripas corazón y se concentró en su trabajo pese a resentir el cambio en la actitud de Julián.



La cotidianeidad perneaba ante el anuncio de fin de rodaje. Julio entonando el estribillo “Botas salvajes” o “Botas rojas” en referencia a Narva, Julián preguntando religiosamente a todo el mundo si acaso el hijo del moroco lo odiaba, Janek cuidando cual celoso guardián sus cajas de magazines, Elvia (particularmente amorosa en este rodaje) regalando mentas y abrazos o el doctor del sindicato aburridísimo leyendo una y otra vez, al derecho y al revés el llamado del día.



A punto estuvimos de no filmar una secuencia entre los puestos de la zona de comercios del paradero del metro Tacubaya. Hecho que resultó una epopeya de la que salimos bien librados.



La dificultad es que se filmó un gran tramo de calle con gente cruzando (que no eran extras) en horas pico. Otro de esos dolly in plano secuencia en el que Kieri le compra una película a Tari en su extraño puesto de piratería (ambientado con la colección de películas de arte, obviamente piratas, de maestri).




VEINTE
Abstracción total de la realidad. Venimos a filmar al derruido, mítico, emblemático cine Ópera una escena en la que Kieri y Ryo se conocen detrás de la pantalla de proyección de un cine porno y resulta que no la filmamos por una falla temporal con el proyector que no estuvo listo a tiempo. Aunque de entrada, el shooting planeado para hoy no alcanzaría a realizarse, conforme avanzó el día y las horas extras, Julián se vio obligado a cambiar radicalmente todo lo que tenía en mente hasta quedarse con una secuencia onírica inesperada que escapará a la comprensión lógica de muchos pero que agradará a otro tanto por su carga simbólica y fuerza visual.



Este día, nadie del crew se resistió a visitar los pasillos del viejo cine y deambulamos en varios momentos del día por sus pisos húmedos a punto de la destrucción. En la cabina de proyección, desde donde podía verse majestuosa la ciudad, caminábamos entre negativos quemados de las últimas películas proyectadas en el edificio.



Por la tarde, el aguacero cimbró sobre la estructura y el surrealismo era tal que veíamos llover sobre una parte del cine y las filas de butacas. Mi grupo de exploración estuvo conformado por Daniela, Juan Carlos Torres (de visita ese día) y Coral Bonelli (otrora niño actor que interpretara al hijo de Katy Jurado en el episodio Caridad, de Fe, esperanza y caridad).



Este día descubro que está a punto de gestarse un romance (tierno y genuino) entre Julieta y el Osito que se miran ensimismados en un descanso en el que por cierto, el resto de los chicos de arte aprovecharon para irse a comer. El hecho amerita que Jesús vaya por Álvaro y Armando y los traiga cual chiquillos de las orejas regañándolos: (“¿cuántas veces les he dicho que el set nunca se queda solo?”, les dice cual papá ante la escena divertida... después de todo, su solicitud en el set era una de esas urgencias desesperadas que en realidad no lo son tanto).


En un rato de ocio, nos enteramos que Carlos Slim ya es el hombre más rico del mundo y Caro y yo chacoteamos sobre lo oportuno que sería invitar al señor Slim a restaurar este edificio (propiedad del gobierno del DF) y convertirlo en un museo del cine con exhibición de películas clásicas y premieres exclusivas...



A Julián no le importa saltarse los ejes. Pero hoy fue uno de esos días en los que todos opinan si se lo está rompiendo o no (incluido Pierre que tiempo después de la toma en cuestión seguía revisando en el monitor si había o no error alguno). Sin embargo y pese a que en esta filmación el shooting lo conocíamos día con día, hay elementos, respiros, paneos que sólo a él le quedan claros y que uno como espectador sólo entiende una vez proyectado el trabajo final (Julio por ejemplo, pese a ser su director asistente, descubrió que las secuencias filmadas en el hotel Bammer para El cielo dividido eran afines y complementarias pese a pertenecer a dos momentos distintos de la historia mucho tiempo después).



El último plano de la noche, con el cansancio encima y la presión de dejar el lugar antes de la medianoche fue resuelto con un dolly circular alucinante en medio de un charco que era burlado por los sobrevivientes que ya un poco zombies girábamos en torno a él.


VEINTIUNO
Nos trasladamos hasta Peñón Viejo al oriente del DF. Hoy el día entero es para las secuencias iniciales de la película en las que Tatei deambula por las calles de la Ciudad. Tenemos poco material y no hay manera de gastar de más porque el siguiente pedido llega hasta mañana en la noche. Al llegar me entero que pasaré por el área de vestuario y maquillaje pues Julián ha decidido que interpretaré al “niño de la bicicleta”. Después de hacerla de standing junto con Don Julio en prácticamente todo el rodaje, me divierto alternando con la Zacarías que hoy me comparte la canción que le dedicó el amor de su vida (y que justamente no es Jorge Becerra).

A mediodía filmamos la secuencia en la que Tatei sube a un camión de pasajeros tipo “guajolotero” en la que Julián le pide a Giovanna otra actuación a la Meche Carreño o a la Dolores del Río. Se hacen dos tomas con la duda de que en una, haya volteado una camada de niños aledaños que se anexó a la multitud de pasajeros extra.



Entre la gente que sube al camión, está Iliana, nuestra muy dispuesta y entusiasta coordinadora de producción aprovechando que es uno de esos días en los que hoy nos visita en el set.


Amenaza con lloviznar pero nos damos tiempo para comer. Doña Elvia está particularmente inquieta por la visita de uno de “los amores de su vida” y Héctor Negrón se recupera de un catarro.



Pronto nos trasladamos a la Cabeza de Juárez donde la locación es objeto de un sinnúmero de bromas para Ángelo, quien semanas atrás fuera bautizado por Julio precisamente como “cabeza de Juárez”.



Ángelo, muy alivianado incluso se dejaba fotografiar como parte del “atractivo turístico” del lugar. Algunas gotas cayeron mientras filmábamos y corrimos de inmediato a la siguiente locación para filmar la secuencia inicial de esta película en la que Tatei aparece en el mundo actual a través de unos aros de concreto (cual túnel del tiempo) que sostienen un puente vehicular.



Debido a que el lente bueno fue olvidado, esperamos una media hora chacoteando mientras lo traía de la base una Ram de producción. Irremediablemente se siente el final de rodaje y anticipándonos, comenzamos a extrañar nuestro itinerario de vidas errantes.






1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero agradecerles por todo el apoyo que me han dado, por adoptarme en esta casa Mil nubes,por todo su cariño y por la oportunidad que me dan de trabajar en una película de Julián Hernández al lado de toda esta familia solo les piedo decir GRACIAS.